COVID y Raza


Una Pandemia a Nivel Mundial

Hasta diciembre del 2021, la pandemia de COVID-19 ha acabado con la vida de más de 800,000 personas en los Estados Unidos. Esto equivale a casi toda la población de Charlotte, Carolina del Norte. Entre las personas afectadas destaca el número desproporcionado de individuos de color, latinos y nativos americanos. ¿Por qué?

Las enfermedades crónicas, como la presión arterial, el asma y el estrés crónico, tienden a afectar de manera masiva a las poblaciones de color. Esto se debe a numerosos factores, muchos de los cuales pueden estar relacionados con el racismo y la desigualdad. Algunos de los ejemplos que se tratarán aquí son: racismo ambiental, trato desigual y asistencia del gobierno, y mayor exposición a los riesgos debido al trabajo.

La raza no es real a nivel biológico, pero el racismo tiene un impacto muy real en el bienestar biológico de las personas.

Racismo Ambiental y COVID-19

El racismo ambiental se define como los peligros ambientales experimentados en mayor grado y frecuencia por las personas de color. Este tipo de problema es perpetuado por sistemas de desigualdad como la línea roja y otras prácticas excluyentes. Estas prácticas agrupan a las poblaciones marginadas en lugares que tienen más probabilidades de experimentar peligros ambientales. Las políticas deficientes y la falta de fondos gubernamentales equitativos para áreas con mayor población de personas de color han llevado a una gestión inadecuada de los desechos y una calidad del aire deficiente en estas comunidades. Todo esto afecta directamente a la salud y el bienestar de estas personas. Lea más sobre el racismo ambiental y sus efectos aquí.

Estos factores conducen a problemas de salud crónicos que afectan la capacidad de nuestro cuerpo para combatir enfermedades, como COVID-19. COVID-19 es una enfermedad respiratoria: ataca a los pulmones y al sistema respiratorio superior. Aquellas personas que tienen asma u otras afecciones inmunocomprometidas (como diabetes, enfermedades cardíacas o cáncer) son incapaces de producir una respuesta inmunitaria fuerte debido a estas otras afecciones. El estrés crónico también es una enfermedad que debilita el sistema inmunológico y la capacidad de combatir enfermedades. La discriminación racial es un factor que contribuye al estrés crónico experimentado por las personas de color. Las personas con un sistema inmunitario débil tienen más probabilidades de ser hospitalizadas y potencialmente morir de COVID-19 que otros miembros de la población.

 

Una Historia de Desconfianza

A lo largo de la historia de los Estados Unidos, se han producido varios casos en los que organizaciones gubernamentales han tomado como objetivo grupos específicos de personas con el pretexto de proporcionar asistencia. Uno de los ejemplos más infames que podemos encontrar es el Experimento de Sífilis de Tuskeegee. En 1933, el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos ofreció tratamiento para la sífilis a 600 hombres de color, de los cuales, un tercio no padecían esta enfermedad. Incluso cuando la penicilina se puso a disposición como tratamiento contra la sífilis, no se les ofreció acceso a estos hombres para poder curar la enfermedad. No fue hasta mediados de la década de 1970 que, tanto los infectados como sus familias, fueron notificados sobre la traición que condujo a la disminución de la salud, o incluso a la muerte, de las personas que se suponía que debían ser tratadas.

Las historias de esterilizaciones forzadas son otro ejemplo de sanciones estatales violentas contra las poblaciones de color. Las mujeres nativas y latinoamericanas fueron el objetivo de instituciones científicas y gubernamentales para realizar experimentos poco éticos, además de tácticas racistas de control de la población. Puede leer más sobre estos ejemplos aquí.

El legado de estos hechos ha dejado una huella duradera de desconfianza entre las poblaciones de color y las instituciones gubernamentales y científicas.

A pesar de que las vacunas COVID-19 se encuentran disponibles, las cicatrices de la desconfianza han llevado a un gran número de personas a rechazar la oportunidad de vacunarse. Esto se conoce como “controversia de la vacuna”. La controversia de la vacuna, unida a las altas tasas de enfermedades crónicas, han contribuido a un número desproporcionado de muertes en las comunidades de color. A pesar de que los afroamericanos solo representan el 13% de la población de los Estados Unidos, representan el 34% de las muertes por COVID-19 según una investigación de la Universidad Johns Hopkins. COVID-19 también ha impactado de una manera alarmante a la comunidad nativa americana, que ha experimentado tasas de mortalidad que son 3.5 veces más altas que la población general.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y los departamentos de salud locales han publicado información y pautas a seguir a medida que se ha ido obteniendo más información sobre el COVID-19. Los idiomas utilizados y los medios de comunicación que se han usado para transmitir la información probablemente contribuyeron a la forma en la que el virus afectó de manera diferente a las comunidades. Un estudio realizado en 2020 concluyó que el no disponer de la información en el idioma hablado por los residentes de la Reserva Indígena Americana pudo contribuir a la propagación de COVID-19. En el futuro, estos resultados serán ampliados para así poder incluir a muchas otras comunidades que no tienen al inglés como idioma principal.

La desinformación también ha contribuido a la desconfianza pública y, por lo tanto, a la propagación del virus. La ciencia detrás de la pandemia del COVID-19 se ha politizado en los EE.UU. La desinformación de los grupos antivacunas y las redes sociales han oscurecido lo que es o no es cierto sobre el virus, las máscaras y las vacunas. Esto tiene un impacto negativo significativo en las comunidades de color que ya son de por sí cautelosas debido a la historia de mala praxis permitida por el gobierno.

 

¿Quién se considera esencial?

Un factor adicional que contribuye al impacto racializado del COVID-19 es la exposición de los trabajadores esenciales. Los trabajadores esenciales son aquellos que, por la naturaleza de su trabajo, no fueron incluidos entre aquellos que pudieron pivotar al modelo de teletrabajo o “trabajar desde casa”.  Algunos de estos trabajos incluían personal de centros sanitarios, restaurantes y otros trabajos mal pagados de la industria de servicios. El impacto en este tipo de trabajadores esenciales fue significativo. Muchos de estos empleos se pagan por hora, lo que obliga a las personas a elegir entre el riesgo de exposición al COVID-19 o la pérdida de salarios.

Un informe realizado en 2018 por el Urban Institute señaló que las minorías constituían un número desproporcionado de trabajadores esenciales. El 33% de los trabajadores de color y el 31% de los trabajadores hispanos tenían empleos que se consideraban esenciales, mientras que sólo el 26% de los trabajos realizados por personas blancos se consideraban esenciales. Muchos de estos empleos no incluyen beneficios de atención médica, lo que contribuyó aún más al impacto devastador de la pandemia de coronavirus en estas poblaciones. Incluso el CDC reconoce que las recomendaciones y pautas no son del todo efectivas para mantener a salvo a todos, e incluso pueden tener impactos negativos: "El objetivo de estas actividades de mitigación es minimizar los casos y muertes por COVID-19, pero también pueden tener consecuencias económicas, sociales y secundarias para la salud ... Estas desigualdades pueden empeorar durante la respuesta al COVID-19, afectando desproporcionadamente a los grupos minoritarios raciales y étnicos". Muchos de estos problemas pueden vincularse a un sistema basado en desigualdades históricas racializadas en la atención médica y la riqueza.

La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto drástico en todo el mundo. Factores como la injusticia ambiental, una historia de daños tolerados por el gobierno y las instituciones científicas, y el acceso desigual a los recursos han causado que estos impactos negativos sean mayores en algunas comunidades. Esto se debe a un sistema que no fue diseñado para servir a todas las personas por igual.

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